Anónimo - Romance nuevamente rehecho de la fatal desenvoltura de la Cava Florinda

De una torre de palacio 

se salió por un postigo 
la Cava con sus doncellas 

 con gran fiesta y regocijo. 
Metiéronse en un jardín 

cerca de un espeso ombrío 
de jazmines y arrayanes, 

de pámpanos y racimos. 
Junto a una fuente que vierte 

por seis caños de oro fino 
cristal y perlas sonoras 

entre espadañas y lirios, 
reposaron las doncellas 

buscando solaz y alivio 
al fuego de mocedad 

y a los ardores de estío. 
Daban al agua sus brazos, 

y tentada de su frío, 
fue la Cava la primera 

que desnudó sus vestidos. 
En la sombreada alberca 

su cuerpo brilla tan lindo 
que al de todas las demás 

como sol ha escurecido. 
Pensó la Cava estar sola, 

pero la ventura quiso 
que entre unas espesas yedras 

la miraba el rey Rodrigo. 
Puso la ocasión el fuego 

en el corazón altivo, 
y amor, batiendo sus alas, 

abrasóle de improviso. 
De la pérdida de España 

fue aquí funesto principio 
una mujer sin ventura 

y un hombre de amor rendido. 
Florinda perdió su flor, 

el rey padeció el castigo; 
ella dice que hubo fuerza, 

él que gusto consentido. 
Si dicen quién de los dos 

la mayor culpa ha tenido, 
digan los hombres: la Cava 
y las mujeres: Rodrigo.

La batalla de Guadalete (Martínez Cubells)

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