Más de dos años callando dan para mucho...
para la esperanza, la rabia, la reflexión,
el llanto, la ansiedad, el hastío, la desazón
del habla chucho que hoy tampoco te escucho.
Silogismos complicados de expresar con soltura
y que restan en la ecuación del uno más uno,
cuando además o salen tres o no sale ninguno...
quebraderos de cabeza, psoriasis, amargura.
Y después llega el silencio, las incomprensiones,
la ceguera, los problemas añadidos, las negaciones,
los ultimatums, los no trago más, tenemos que hablar...
hasta que alguno, el más valiente, cuando la guerra va a estallar,
conjuga como puede el futuro más imperfecto del verbo amar
y, sin saber por dónde, asoman indicios de soluciones.
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