Recuerdo que los insomnios eran víspera de todo,
la vida, un continente lejano que estaba por descubrir,
un beso, un mundo concebido a mi antojo y a tu modo,
la rutina, sólo un mal menor que no sabía zaherir.
Todo era emoción a flor de piel, flor de la pasión
descontrolada y sin controles de alcoholemia,
la soledad se intuía reflexiva, nunca una epidemia
y el corazón coraza un verso genial en el cajón.
La embriagadora calma tensa del que todo espera...
la revolución, la justicia, el amor, el futuro... ¡qué sé yo!...
te hablo de cuando la verdad era más verdadera
de cuando todo era distinto, ni mejor ni peor,
de cuando éramos capaces de soñar la primavera...
aún solemos ilusionarnos, pero no es lo mismo, no.
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