Siempre que uno viene a Galicia,
a uno le da saltitos el corazón.
Yo conocí a los gallegos
en las cocinas de los restaurantes de Londres
y luego me he sentido muy orgulloso
en Buenos Aires y en México,
donde pese a ser andaluz
era el gallego.
Esa vocación
maravillosamente universal y marinera
que la aprende uno cuando está en Latinoamérica,
donde todo el mundo es gallego
o hijo o nieto de gallegos
y donde el centro gallego ha sido
muchos años
más importante
que la embajada de España.
Feliz día de Santiago |
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