A la hora del café del desayuno
le asaltó un fantasma en el diario,
los problemas son de cada uno
y ese era su día en el calendario.
Ensayó la sonrisa y salió a escena
poco antes de compartir su desazón,
pero a la hora del baño y la cena
al teléfono esperaba la desolación.
Otra vez a buscar el mar de la calma
en un bote que zozobra inestable
alejado del pantalán que cobija tu alma.
Otra vez a un duelo ineludible desarmado,
a sabiendas que ha resultado inevitable
esconder lo que la verdad ya ha mostrado.
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