Ismael Serrano - Amores imposibles



Cuando caiga la tarde, lo verás salir 
arrastrando de casa el calor del hogar. 
Cortará alguna flor, besará a su mujer, 
perseguirá la estela de un comenta fugaz. 
Y en la calle lo verás abrir la flor de su secreto. 
Y empezará a soñar. 
Quizá vaya al billar a mirar hombres y posturitas. 
Quizá invente una cita 
con un Adonis para él. 

Ningún hombre lo amó. 
A nadie reveló su pasión y los juegos, 
el deseo clandestino. 
No hubo cartas de amor, 
no hubo día del orgullo. 
No le devolverán los veranos perdidos. 
Y Cernuda lo ve suspirar, triste, desde el Parnaso. 
San Sebastián asaetado reza por tus pecados, 
llora por ti, no olvida 
al que sufre en silencio 
a su oveja perdida. 

Miran al cielo y piden un deseo: 
contigo la noche más bella. 
Amores imposibles 
que escriben en canciones 
el trazo de una estrella. 
Cartas que nunca se envían. 
Botellas que brillan 
en el mar del olvido. 
Nunca dejes de buscarme 
la excusa más cobarde 
es culpar al destino. 

Cuando salga de clase, lo volverá a encontrar 
en el lado salvaje, tras el humo del hash. 
Él, dulce calavera. Él, corsario de barrio. 
Ella, dulce muñeca. Ella, seria y formal. 
Él no escucha el rumor de sus alas si pasa a su lado. 
Pobre Blancanieves, 
nuestro príncipe prefiere a la madrastra, 
a la mala del cuento. 
Él será la manzana 
donde duerme el veneno. 

Ella soñará un verso que él nunca escuchará. 
Él no trepará sus trenzas una noche de invierno.
Ella soñará un viaje y no habrá despedidas. 
Ni canciones de amor, ni Capuleto y Montesco. 
Crecerán y en la espuma del tiempo 
se deshacen sus sueños. 
No quedará ni un recuerdo, 
ni en la noche un lamento. 
Quizá una leve herida 
que lavará el olvido 
o el agua de la clepsidra. 

Miran al cielo y piden un deseo: 
contigo la noche más bella. 
Amores imposibles 
que escriben en canciones 
el trazo de una estrella. 
Cartas que nunca se envían. 
Botellas que brillan 
en el mar del olvido. 
Nunca dejes de buscarme. 
La excusa más cobarde 
es culpar al destino. 

Caminando hacia el sur, tomando la autopista, 
han abierto un garito, muy cerquita del pueblo, 
donde huríes desnudas venidas de cien mundos 
celebran cada noche catorce de febrero. 
Y en la aldea un hombre suspira si el neón se ilumina. 
No tuvo Eva este Adán, 
no hubo asiento de atrás, 
ni caricias, ni cartas perfumadas, 
no hubo cita en el parque. 
No hubo chicas de Plan. 

Cuando caiga la noche lo verás entrar 
como cada domingo aseado y puntual. 
La encontrará en la barra, como a un delfín varado 
que ha perdido su estrella, que un día expulsó el mar. 
Ella escucha y él, enamorado, desnuda sus miedos. 
Entre el ruido, benjamines de champán 
y otros delfines cobrando su rescate 
a náufragos perdidos 
sueña raptar a su amante. 

Miran al cielo y piden un deseo: 
contigo la noche más bella...


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